La cita que no pudo ser


Estaba hablando con un chico nuevo que me invitó a tomar algo. Un divino, la verdad. Cero enroscado, lindo, educado, buena onda, digamos que era potable para salir y conocernos.

Esta vez no me pasa -pensé- y ya sintiéndome en confianza con "Federico", después de hablar una semana, me adelanté a todas las posibles cosas bizarras que podían suceder si salíamos y se las dejé en claro, una por una.

Basándome en mi amplio historial, le hablé de que me gusta el gesto de que me pasen a buscar, el temita de quién paga la cuenta la primera vez, la necesidad de ser sinceros si el encuentro salía mal, el tipo de ropa no adecuada para una cita, etc.

Iba todo perfecto. Pensábamos igual o al menos eso me dijo. Y le creí, porque después de decirle todo eso era muy probable que me dejara de hablar y, sin embargo, no lo hizo.

Pero con el correr de la charla fuimos profundizando en el tema y en un momento dado Federico me dijo algo que cambió la situación por completo. No exagero. Mi imagen de él se trasformó rotundamente al leer un mensaje que decía: no me gustan las bebidas con alcohol. 

La verdad, no sabía que decirle. Empecé por preguntarle: ¿Y qué pedís cuando salís a tomar algo con alguien? Y la respuesta canceló nuestra cita inmediatamente. "Agua o Coca" me respondió, ¿Podés creerlo?.
Me imaginaba la situación de la Coca Cola ahí sobre la mesa, al lado de mi Cuba Libre y aunque visto desde afuera ambos vasos se parecían, ya me daba dolor de estómago. Sabía que lo nuestro no iba a funcionar, ni siquiera para salir a divertirnos un viernes a la noche.

Te puedo llegar a bancar que seas vegetariano, vegano, o algo así, haciendo un esfuerzo enorme. Porque, después de todo, es problema tuyo privarte del placer de consumir todo tipo de alimentos. Pero con el alcohol la cosa es un poco diferente. Hay un abismo insalvable entre un agua sin gas y una caipirinha de maracuyá, por poner algún ejemplo.

Ya me veía a mi misma en la cita con los ojos achinados y la vena de la frente que se me marca cuando tomo alcohol, diciendo una infinidad de boludeces y él mirándome con cara de "con quién salí", fresco como una lechuga con su Coca Cola light.

Y es que no queda otra. Es ley, se toma de a dos. Así ninguno queda como un borracho, denso o desubicado. Y eso es justamente lo que intenté explicarle a Federico para que entendiera que la cita no iba a funcionar, aunque insistía en que solo era cuestión de pedir bebidas diferentes.

La gente que no toma alcohol tiene que salir exclusivamente con gente que no tome alcohol.
Menos por menos es más. No hay forma de que la ecuación de resultados positivos de ninguna otra manera.

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