Por angurriento te quedaste sin el pan y sin la torta
Les cuento una historia que oscila entre genial y patética. Aclaro por las dudas que esto no me sucedió a mi sino a dos de mis mejores amigas, y lo aclaro porque gente que lee este blog me ha dicho: ¡No puedo creer que te pasen todas esas cosas!. Por si vos también te lo preguntás, reitero que son todas 100% verídicas.
Día de semana y mi amiga más abstemia a las aplicaciones para conocer gente nos cuenta en el grupo que está analizando la posibilidad de salir con un chico con el que había hablado hace un montón pero nunca había pasado de eso. El resto -por supuesto- la alienta para que lo haga, considerando que siempre es bueno un clavo que saque a otro clavo y que la cita no era para nada riesgosa -se trataba de un simple café por la tarde-. Si bien la luz del día en algunos casos puede jugar en contra, también da la posibilidad de un encuentro corto del que se puede salir fácilmente en caso de ser necesario.
El caso es que dio mil vueltas, hasta que le quemamos tanto la cabeza que la convencimos. Y yo la entiendo, la verdad es que solo con la práctica este tipo de salidas te empiezan a parecer simpáticas. Es como que le vas enganchando la onda.
Siguiendo nuestro procedimiento de seguridad básico, nos pasa el nombre del chico en cuestión y nos copia una conversación en la que figuraba su celular.
Genial. Era la segunda vez que Eugenia se animaba a salir con alguien del mundo virtual después de una experiencia poco esperanzadora en su primera vez.
"Vamos Euge! Vamos!" Agitábamos en la conversación. "Es un café y nada más. Contá como te fue cuando volvés".
A los 10 minutos se incorpora a la charla de Whatsapp otra de las chicas, Noelia. Y no es que sean mis amigas, pero este es el momento oportuno para aclarar que son todas muy lindas. El caso es que Noe lee los datos de seguridad que había pasado Euge y se da cuenta de que hacía 15 minutos un personaje con el mismo nombre y celular le había estado hablando para invitarla a salir con el speech de "querer conocerla".
Momento complejísimo. Si Euge se enteraba en medio de su cita le iba a cambiar la poca onda que habíamos logrado que le ponga a la situación. Es más, sabíamos que era el último día que usaba una de estas redes virtuales y no iba a haber forma de volver a convencerla.
Pero bueno, luego de un debate no muy extenso concluimos que más allá de todo era justo que Eugenia supiera que estaba tomando un café con un pelotudo. Y lo que siguió seguramente se lo imaginan. Lo resumo diciendo que nunca pensé que una cita pudiera ser tan corta.
Acá quiero hacer una aclaración para que no parezca que somos todas Susanitas y estamos completamente desquiciadas. No es que el chico tuviese algún compromiso con Eugenia -a la que acaba de conocer- pero tenés que ser muy estúpido para hablar hasta 5 minutos antes de la cita con otra piba, que vive a 4 cuatro cuadras de la casa de Euge. No sé como explicarlo. Hay ciertos códigos. Simplemente no se hace.
La moraleja que nos deja esta historia es obvia. El pobre chico tenía tanta hambre que por querer agarrar todo lo que había en la mesa al final no pudo sostener nada entre sus manos.
O el pan o la torta señores. No hace falta comer todo junto.
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