Igual que con el placard, hay que hacer lugar para lo nuevo
A todas nos encanta comprar, ¿no?. Ese sentimiento único de caminar con 4 o 5 bolsas en las manos es inexplicable. Tu vida puede ser un completo desastre, pero esas bolsas de cosas hermosas que elegiste te devuelven mágicamente la esperanza.
¿Quién no superó alguna situación traumática comprándose un vestido, zapatos o ropa interior? O todo eso...en el orden que más te guste. Un pibe que te dice que no puede tener una relación y a los dos días presenta a su nueva novia, encontrar dos copas de vino en la casa del chico con el que salís, escuchar que recibe un mensaje a las 4 de la mañana, ver una foto sospechosa en Facebook, enterarte que tu ex está saliendo con un pibe, etc. Cosas que -sin dudas- requieren de una vuelta por las vidrieras.
Pero ojo. Hay un límite. Llega un momento en la vida en el que, aunque sentís que no tenés nada que ponerte, el placard está que explota. Parece que ya no entra ni una remera más, aunque te esfuerces por acomodarlo estratégicamente.
Lo que sucede es que después de tantas compras el placard se llenó de cosas que:
- Tuvieron su momento de gloria y por alguna razón te dejaron de gustar.
- Solían ser perfectas, pero empezaste a encontrarles algunos defectos.
- Te empezaron a quedar demasiado chicas o demasiado grandes.
- Te las ponés y simplemente ya no te sentís igual que cuando las sacaste de la bolsa ese primer día.
En todo, en la ropa y en el amor, llega un momento clave en el que HAY QUE HACER LUGAR PARA LO NUEVO. Porque hasta que no te deshagas de todas aquellas cosas que seguís guardado por cariño pero ya no te hacen sentir bien, no queda espacio para que entre nada más.
No nos atemos a las cosas que tuvimos y nos hicieron sentir especiales por un momento. Cuando perdieron la magia es hora de hacer limpieza de placard y dejar espacio para lo nuevo.
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