¿Cuál era Francisco? ¿El ingeniero o el abogado?
Hace relativamente poco tuve una cita con un chico que obviamente no conocía. Es la nueva onda. Ya nadie sale con el amigo de un amigo del que, buenas o malas, al menos tenés referencias. Parece que se dejó de usar.
El caso es que antes de salir me vi a mi misma en una situación un poco bizarra que me gustaría compartir, porque para eso existe este blog.
¿Viste cuando vas a una entrevista de trabajo y te leés todo el sitio web de la empresa para estar preparada y saber a dónde estás yendo? Bueno, así estaba yo. Todo producida y sentada en el piso, con el celu en la mano -obviamente enchufado a la pared para obtener unos últimos minutos de carga- repasando el historial de la conversación con "Francisco" para intentar recordar al menos algo de su vida. Y en ese momento me di cuenta de que era una imagen muy triste. Estaba por salir con alguien que evidentemente me importaba demasiado poco como para que mi cerebro se esfuerce en retener si era ingeniero, abogado, o qué hacía de su vida.
Es increíble que hablemos tantas estupideces con alguien que no conocemos -pensé- y nunca pude llegar a leer los datos relevantes, porque Francisco ya estaba abajo. No, no tocó el timbre. Eso también pasó de moda. Pero en lugar de mandarme un wapp me llamó para avisarme, lo que sumó algún punto.
Momento de tensión. El ascensor completamente espejado y vos mirando la cara de destruida que tenés y lo mal que combinaste tu atuendo. Ya fue -pensás-, seguro es otro pelotudo. Y salís haciéndote la canchera. Saludás al portero, que por suerte también parece usar estas aplicaciones, lo que te hace sentir menos prostituta, y lo ves. Audi blanco parado en la puerta del edificio. Ya entendiste por qué te llamó y no te mandó un mensaje: quería que bajaras rápido para que no le chorearan el auto en Caballito.
Te subís y automáticamente pasaste de hacerte la canchera a sentirte Marimar. Las fotos no le hacen justicia -pensás- y te querés morir, porque a nadie le gusta salir con un pibe que esté más bueno que vos.
Superás los primeros momentos de incomodidad con preguntas totalmente superficiales hasta que saca el tema. ¿Cómo te fue en la oficina? ¿Terminaste lo del evento que me contaste? Y bueno, ahí te das cuenta de que él si tuvo tiempo de releer nuestra conversación. Probablemente porque a ellos no les toca hacerse manos y pies, ni plancharse el pelo.
Respondés vagamente y tenés dos opciones. O te la jugás y hacés una pregunta específica sobre algo que creés que te contó él, como para sentirte a su altura, o vas por el camino fácil...preguntas del tipo: ¿Y tu día? ¿Cómo estuvo?.
Pero yo soy muy pelotuda. Y nunca agarro el camino fácil. No recuerdo exactamente qué dije en aquel momento, pero fue evidente que no había hecho la tarea.
Por suerte él también sabía que era más lindo que yo y aunque seguramente la situación dañó un poco su ego, no le importó verme un poco confundida. Son chicos que lo tienen todo, solo quieren algo nuevo para divertirse -cosa que quedó clara con el correr de la cita-.
Pero este post no es sobre "Francisco" sino sobre lo difícil que es intentar interesarse por alguien del que no sabés nada, aunque te lo haya contado todo.
Y es que ese es justamente el lado Z del amor, donde todo es diferente a lo que esperabas e imaginabas. Donde nada se da con naturalidad. Donde el amor se busca en lugar de encontrase. Donde tuviste que hacer como una de mis amigas que terminó armando un excel con los datos de los chicos con los que habla.
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