Con mi planchita NO
Si sos de esas mujeres que -como yo- aman su planchita de pelo, no podés dejar de leer esta historia.
Hemos llegado a un punto irreversible creo, en el que la delgada línea que quedaba entre las prácticas femeninas y masculinas se ha desdibujado por completo. Pero TODO tiene un límite señores y el mío es sin duda mi planchita para el pelo.
Rocío estaba agotada y necesitaba pasarla bien un rato. Había terminado una semana larga y pensó que volver a ver al chico ese que era muy lindo pero que se estaba volviendo un tanto metrosexual, no dejaba de ser una buena idea. Tal vez Rodrigo no era la mejor opción, teniendo en cuenta que usa los pantalones más achupinados que ella, pero era lo disponible ese viernes por la noche y -pensándolo bien- no le iban a durar mucho tiempo puestos. Solo era cuestión de digerir el primer impacto visual al abrirle la puerta y comprobar que lo único que había traído como gesto de caballerosidad a la cita era un nuevo corte de pelo.
Rapado a los costados y con unos pelos largos en el medio de la cabeza, Rodrigo se sentía a la última moda. Había combinado perfectamente su atuendo y Rocío, ya resignada, decidió pasarla bien sin pensar mucho en todo eso.
La noche transcurrió sin problemas pero lo inaudito ocurrió a la mañana siguiente, cuando él le dice a ella que se iba a lavar el pelo. Si, así como suena. No se iba a dar una ducha ni a higienizarse como cualquier ser humano normal. Su plan era solamente lavarse el pelo.
Rocío, anonadada, no tuvo más opción que ofrecerle hacerlo en la pileta de la cocina porque la del baño era un poco pequeña. Todas podemos imaginar el enchastre que puede hacer un hombre lavándose el pelo en la bacha del baño. Medio en chiste medio en serio, Rochi le pregunta si además del shampoo le llevaba crema enjuague, y ya podrás imaginarte su respuesta. No solo quería ambos productos sino que indignado se ofuscó cuando ella le respondió que no tenía secador de pelo.
La cosa ya se estaba poniendo demasiado bizarra y mientras Rodrigo se lavaba el pelo en la bacha de la cocina, Rocío se puso a ver el noticiero. Después de todo, las noticias parecían ser menos duras que la escena de aquella mañana en el departamento.
Con el pelo empapado y cara de desesperación, Rodrigo le pregunta a Rocío si al menos tenía planchita para el pelo -en el tono que te estás imaginando-. Y yo te digo la verdad, no sé por qué se la prestó. La planchita era una de esas cosas que nos diferenciaban. Es una herramienta en la que las mujeres depositamos toda nuestra confianza porque sabemos que siempre nos hace ver un poco mejor. Es un Az que tenemos todas bajo la manga. No entiendo desde cuándo ellos la pueden usar.
Así fue como Rodrigo comenzó a secarse enfurecidamente el pelo con la toalla hasta que, de alguna inexplicable manera, pasó la hermosa planchita de Rocío por su pelo.
Terminó su sesión de belleza, aplicando un poco de cera como toque final, y al salir del baño cometió el peor error de su vida al pronunciar: "che, qué planchita incómoda que tenés! por qué no te comprás una más chica?".
Por supuesto, las últimas palabras que escuchó de parte de Rocío fueron "Ya estás? Así te abro?" y, claramente, no hablaron nunca más.
Metete conmigo, con mi perro, con mi vieja, con mis abuelos, pero con MI PLANCHITA no!
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